FROM NASHVILLE TO SPAIN...WITH SOUL
Pues bien, ya tuvimos el placer de respirar esa atmósfera a la que suele transportar Mike Farris y los suyos
cuando de subirse a un escenario se trata, y percibes el buen gusto mezclado con el buen hacer, el disfrute
propio y la comunión con los presentes. Mike es un gran tipo y se le ve venir, sabes que no te va a defraudar, porque si lo hace, también se defraudaría a sí mismo y a quienes como él, creen en algo, algo que hacen muy bien dada la respuesta de su público y ese es su verdadero botín.
Cuando Mike Farris enterró su pasado con Sreamin´Chetaah Willies, no eligió hacer esto o lo otro, sino
que puso el corazón en su voz para expresar un lamento vinculado a él mismo y eso se palpa con su sola presencia. Es un artista completo, sí como muchos otros, pero hay algo distinto en él, quizá sin darse cuenta
contagia al más pintado erudito del mundillo transportándole a una época en la que anhela el haber estado
solo por referencias.
La actuación no tuvo momentos cumbre, en dos horas se mantuvo ahí, donde los virtuosismos dejan lugar
a la improvisación y al sentimiento, al alma...
El poder del gospel, que decía Ben Harper, puede ser una de las bases de su set, pero hay otras vertientes
musicales exploradas y puestas en escena, no ha inventado nada, pero reivindica con fuerza un estilo propio
de voz profunda y ritmos llenos de armonia.
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