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6 de diciembre de 2011

REVERTE




Hace unos días escuché una entrevista al polifacético escritor Arturo Pérez Reverte. Tengo que decir, que cada movimiento mediático de este personaje, obtiene una relevancia en el concepto que tengo de él, como lector suyo.

En esta ocasión lo encontré un tanto apagado (teniendo en cuenta la reciente publicación de su libro “El puente de los asesinos”), hecho que se me antojó verle una vez más, en la piel de su otro yo (como él mismo afirma), El capitán Alatriste.

Y no es para menos.

Cualquier personaje del Siglo de Oro que aterrice en nuestros días, vería el mundo como algo simplemente material.

La lectura de sus intervenciones en la citada charla, muy amena como siempre por parte de la entrevistadora, deja caer un pesimismo, a veces maquillado con afán de no parecerlo. Su presunta inseguridad me hizo estremecer, ¿momentos de inflexión del intrépido Capitán?. Epoca de hastío. Apareció sin más esa dualidad de la que hace gala. Agotan las pinceladas de ironía, hace que el crítico se autodesplace refugiandose en su concepto de la vida y cuando menos en sus entornos más íntimos, los que te hacen ver la vida más sencilla y común, y aquellos que intentan hacer que comprendas cómo evoluciona la sociedad y se pone en marcha el pensador.

¿Por qué no gobiernan estos? Analistas eruditos llevarían las riendas del pueblo hacia valores y tradiciones olvidadas.

No venderían naciones. No avanzarían hacia el vacío. La nada. La mentira quedaría en abandonada al ostracismo.

La desaparición de ideologías implica sumisión. Este país merece otra cosa. Reverte siempre perteneció a esa “fauna de luchadores” hechos a sí mismos. Un grupo de élite que moviliza las masas que quieren pero que no pueden, o no quieren poder. Demasiado sacrificio quizá. La apatía esta a la vuelta la siguiente taberna.

Puede que seamos especialistas en perder oportunidades históricamente, que tengamos lo que nos merecemos, pero no hay nada que nos rebele más que nos ninguneen, que quieran desposeernos desde fuera de nuestro orgullo, haciendo que recurramos a nuestros mayores para conocer la historia de sus vidas, de sus vivencias.. antes de creer que la vida está en un buscador informativo cual imprescindible manual.

Entiendo que desde la humildad, nuestro protagonista, nunca quiso ser abanderado de nada salvo de su propio amor hacia una etapa de esplendor literario español cuya relevancia en su sociedad era más importante que los ratios de la comunicación y el fútbol, más relevante que los debates vacíos de contenido en un plató o en un mentidero de vanguardia y tintes de silicona, tan relevante que ejercitaban levantamientos reales y convencidos. El último movimiento social inspira ligeros atisbos. ¿hambruna apremiante? Por supuesto.

El siglo Virtual que pisamos necesita unos padres severos, no unos activistas CANSADOS.

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