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1 de abril de 2013

...EL PACIENTE DEPRIMIDO



Los profesionales de la salud muestran una preocupación legítima por los pacientes con signos manifiestos de depresión. El enfermo que llora a menudo y con facilidad, o que expresa ideas sobre la muerte, plantea un serio problema al equipo. Antes de llegar a esta fase, posiblemente presentó signos de depresión leve que no fueron reconocidos como tales: incapacidad para concentrarse, insomnio, falta de apetito, estreñimiento, amenorrea, impotencia o desinterés sexual. Es posible que se presentara descuidado y sin afeitar. Tal vez expresara ideas de desesperación, indiferencia. desamparo o incluso insinuara la posibilidad de suicidarse. La mayoría de esos pensamientos guardan relación con la pérdida de su autoestima. También puede haberse observado un cierto deterioro de su actividad motora, como por ejemplo habla y movimientos lentos. Cuando la depresión se reconoce como tal, el profesional puede sentirse inclinado a actuar, pero a veces duda por temor a que esto empeore la situación. Es difícil que pueda causar un ulterior deterioro, ya que es muy probable que los motivos de la depresión estén profundamente enraizados y no se relacionen con tales actividades. Por otra parte. mostrar interés, dedicar tiempo al paciente y escucharle son acciones terapéuticas en sí mismas. Es importante que el profesional deje decidir al paciente en qué medida y cuándo desea comentar cualquier material con carga emocional.

 En determinadas circunstancias. la depresión constituye una reacción normal. El individuo que ha perdido a un ser querido, que ha sufrido la amputación de una pierna o al que se ha establecido un diagnóstico de enfermedad incurable tiene el derecho a estar deprimido y acongojado. Es probable que manifieste aburrimiento, un menor interés por su entorno y una tendencia a reflexionar sobre su pérdida. No puede esperarse que permanezca alegre en esas circunstancias. A medida que se vaya adaptando a su nueva situación vital, se reconciliará consigo mismo y generalmente desaparecerá la depresión. Los profesionales de la salud pueden ayudar a estas personas escuchándolas mientras hablan y animándolas  a explorar sus sentimientos. Esto les permitirá liberarse de su apego a la pérdida y les estimulará a buscar nuevas relaciones.

El paciente que grita, llora, solloza o gimotea está expresando desamparo. Su pérdida de control hace sentir incómodos a la mayoría de los miembros del equipo, y sin embargo, el llanto puede ser terapéutico en ciertas situaciones. Por ejemplo, un profesional que permanece con el paciente y le dice sosegadamente: «Comprendo lo difícil que es este momento para usted; a veces llorar resulta útil en tales circunstancias», está haciéndole saber que llorar es aceptable y que no está solo en su dolor. Una vez que el paciente sea capaz de controlar las lágrimas, debería animale a expresar lo que siente sobre los problemas específicos que le llevaron al llanto. No es infrecuente descubrir que factores tales como un fracaso en el trabajo, la soledad, preocupaciones relativas al aspecto físico o una sensación de pérdida de masculinidad o feminidad son los que han desencadenado la reacción emocional. Comprender la visión que tiene el paciente de las circunstancias acrecienta la capacidad del profesional para ayudarle a recuperar una actitud positiva y enfocar su vida de una manera realista y razonablemente esperanzada.

 La depresión que no se basa en una realidad externa, que se vuelve crónica  requiere una actuación a mayor escala. Por ejemplo, cabría esperar que un paciente al que se le acaba extirpar un tumor benigno se sintiera aliviado y feliz al saber que no es necesario ningún otro tratamiento. El profesional de la salud tendrá motivos de preocupación si el enfermo rechaza este diagnóstico, sigue convencido de que todo el mundo miente y cree que va a morir. En este momento, los esfuerzos del profesional deberían encaminarse a ayudar al paciente a hablar sobre su infelicidad. Es posible que, a medida que hablen, vayan descubriendo la situación que subyace a la actitud insatisfecha del enfermo.  El problema tal vez radique en algo que el paciente encuentra demasiado difícil de afrontar. En tal caso, pueden estimularse pensamientos más realistas. Al mismo tiempo, el profesional debe intentar que el enfermo acepte su estado actual repitiendo los hechos positivos que concurren en su situación; es decir, que la sangre trabaja normalmente, el informe patológico ha resultado normal y la recuperación progresa de modo satisfactorio.

La depresión importante requiere un apoyo continuo al paciente por parte de todos los miembros del equipo. El enfermo con una depresión grave apenas tendrá deseos o energías para actuar. Generalmente no querrá hablar ni participar en terapia alguna porque creerá que no sabrá comportarse y temerá mostrar sus debilidades.
De esta forma se acrecientan sus sentimientos de incongruencia o inutilidad. Por lo tanto; el profesional ha de asumir la iniciativa de introducir al enfermo en las conversaciones o actividades. Sin embargo, no debe esperar que éste se muestre complacido o agradecido por ese cambio en su modelo de conducta. Es posible que el paciente llegue a encolerizarse por la actuación: En realidad. esto es un signo de mejoría, pues la depresión constituye en gran parte el resultado de la ira enfocada contra uno mismo e interiorizada. El enfado con otra persona ayuda a exteriorizar ese sentimiento y hace que sea menos destructivo para el paciente.

Los pacientes deprimidos suelen necesitar una gran cantidad de cuidados, aceptación y atención. Nunca parece suficiente lo que se hace. Su nivel de sensibilidad es tan elevado que un comentario del tipo: «Ahora mismo no puedo ir a la tienda de regalos por usted, pero iré más tarde cuando me quede un poco de tiempo, puede ser interpretado como un rechazo. Las necesidades del enfermo nunca pueden satisfacerse por completo, lo que le induce a sentirse en todo momento defraudado, frustrado y despreciado.

A menudo el comportamiento de la persona deprimida es muy infantil. Los familiares, amigos y profesionales pueden llegar a agotarse, e incluso enojarse, al ver que sus esfuerzos por mejorar la situación fracasan una y otra vez. No es infrecuente que las personas implicadas en el cuidado del enfermo renuncien a su empeño diciendo: «Me rindo. Haga lo que haga. nunca es bastante. Esto aumentará los sentimientos de rechazo e inutilidad del paciente.

Al principio, el enfermo deprimido recibe normalmente una cantidad adicional de simpatía, atención y comprensión. Sin embargo, el precio que hay que pagar por este logro secundario es el agotamiento, considerando todos los extremos a los que a menudo recurre el paciente, abuso de drogas o alcohol, amenaza o intento de suicidio o auto-negación de cualquier momento de placer. Puede llegar incluso a la necesidad de ser el centro de atención. En un caso, un adulto joven se tomó una sobredosis de fármacos porque se sintió eclipsado por su hermana en una cena familiar.

Todos los pacientes deprimidos tienen sentimientos de futilidad. Lo expresen o no, es muy probable que en algún momento rayan tenido deseos de matarse.
Con frecuencia los profesionales de la salud identifican tales sentimientos en el curso de una conversación, quizá después de que hayan percibido que el enfermo parece especialmente turbado y hayan sacado el tema a colación: «Me gustaría estar muerta., «Si tuviera un frasco de pastillas. me las tomaría., «Mi familia puede aprovechar el seguro de vida., «¡Yo le enseñaré!. «¡Me las pagará!, son frases habituales del paciente deprimido. Tales afirmaciones deberían tomarse muy en serio. Es necesario que el profesional de la salud se encare con el enfermo y le pregunte qué plan o método utilizaría para llevar a la práctica su amenaza. Pensar «Oh, sólo lo dice; nunca lo hará realmente, es un espejismo peligroso. Es la excusa que uno se da a sí mismo cuando es incapaz de concebir la idea de un suicidio consumado, llevado a cabo por uno de los pacientes.

En un caso, un enfermo le dijo a un profesional de la salud que le gustaría «acabar con todo esto». El atareado profesional no hizo caso a la insinuación, y esa misma tarde el paciente tomó una sobredosis de pastillas que había mantenido ocultas desde el ingreso. En otra situación, un profesional diligente observó que una enferma con depresión establecida caminaba con un paso peculiar al salir del comedor. La siguió hasta su habitación y le preguntó si algo iba mal. Al hablar, el profesional mostró un interés genuino por la paciente. Como resultado, ésta le dio un cuchillo que había escondido. En un tercer caso, un paciente le dijo a un miembro del equipo que estaba pensando suicidarse cuando volviera a casa. Tras ser dado de alta, así lo hizo.

El paciente que está inquieto, agitado o camina continuamente de un lado a otro muestra síntomas indicativos de que necesita una actuación inmediata. A menudo pedirá ayuda diciendo: «Parece como si fuera a salirme de la piel» o «Me siento como si fuera a explotar». Debería someterle a una estrecha observación con el fin de prevenir cualquier acción auto-destructiva. Por lo general. está indicada la administración de algún fármaco para reducir la agitación.

 El enfermo que piensa en el suicidio está desesperado. Su pensamiento y su juicio están alterados a causa del estado emocional depresivo. Por consiguiente. deberían tomarse todas las precauciones posibles para protegerle de su incapacidad para controlarse. No hace falta subrayar la necesidad de advertir al médico y al equipo del siguiente turno sobre las ideas y afirmaciones del paciente.

¿Cómo enfocar la relación con el paciente deprimido?

Inicie  el acercamiento.

 «No parece muy feliz hoy. Quizá le sirviera de ayuda hablar sobre lo que le preocupa.» Esté atento al potencial de auto-aniquilación del paciente que muestre escaso interés por sí mismo o haga afirmaciones relativas al suicidio.

Ayude al paciente a tolerar su enfermedad hasta que pueda ver la situación  y pensar en ella de forma distinta.

Cuando un enfermo habla sobre el suicidio, el profesional de la salud debe recalcar su interés por él, al tiempo que le hace saber que el equipo puede encargarse de sus necesidades y protegerle hasta que se sienta recuperado. Es adecuado decirle: «Me da la sensación de que se siente desdichado. Las personas tienen a menudo estos sentimientos cuando están enfermas y necesitan ser protegidas temporalmente de sí mismas. El equipo y yo mismo no dejaremos que se lesione, sino que le protegeremos hasta que se recupere.» Proceda a tomar todas las precauciones que considere necesarias.
 Dígale al paciente que reconoce y entiende sus sentimientos.

Dígale que ha conocido a otras personas que ocasionalmente se han sentido de
la misma forma. Puede ser oportuna una frase como: “Cuando surge una situación de este tipo. la gente tiende a sentirse desamparada antes de poder reflexionar sobre ella exhaustivamente.»

Haga saber al paciente que para usted es una persona respetable.

Subraye su participación en actividades. «Indudablemente nos está ayudando al rellenar esas tarjetas.» Sin embargo, no exagere las adulaciones, pues un exceso de elogios a menudo refuerza su sensación de que usted se está compadeciendo, porque él es una persona despreciable. Demuestre al paciente que se preocupa por él.
 Permanezca con el enfermo. admita sus silencios y tolere sus lágrimas. No presente una actitud crítica. Acepte su situación.

Procure que el paciente deprimido no tome decisiones importantes.

            Quizá esté pensando en vender su casa. hacer un nuevo testamento. comprar o vender un stock o divorciarse. Consiga que retrase tales acciones.

Preste atención a la higiene diaria del paciente.

Ofrézcale asistencia y dirección cuando sea necesario. No permita que llegue a tener un aspecto descuidado porque carece de la energía necesaria para peinarse. afeitarse o cambiarse de ropa.

Mantenga la calma y el control con el paciente que adopte una actitud de dejadez.

Sea consciente de sus propias frustraciones y esfuércese por no ignorarle o rechazarle. ya que lo único que conseguiría con ello es aumentar su sensación de ser despreciable.

A medida que mejore, ayude al paciente a reorganizar sus capacidades y aptitudes de una forma realista y esperanzada.

Dele esperanza indicándole su convencimiento de que pueden hacerse cambios y encontrar soluciones alternativas para sus problemas.

Planifique las actividades de acuerdo con el grado de depresión del paciente y el lugar en el que está siendo tratado.

Si resulta factible. la participación activa en deportes constituye una forma útil de descargar la agresividad. Las tareas para el enfermo deberían ser simples y no precisar concentración; por ejemplo: 
1. En casa: encerar los muebles, doblar la ropa, limpiar las verduras. 
2. En el hospital general: elaborar nuevos registros, copiar noticias para el equipo de enfermería, regar las plantas. 
3. En la institución psiquiátrica: terapia recreativa (trabajos manuales. baile. pintura. poesía). terapia ocupacional (carpintería. lijado de muebles. mecanografía). clases de arte o poesía. Las sesiones de terapia individual o en grupo también constituyen un factor terapéutico importante.

Deje al paciente mucho tiempo para reaccionar y responder a la relación que usted intenta establecer.



(Doc. extraído de red profesional de la salud)


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