Los profesionales de la salud
muestran una preocupación legítima por los pacientes con signos manifiestos de
depresión. El enfermo que llora a menudo y con facilidad, o que expresa ideas
sobre la muerte, plantea un serio problema al equipo. Antes de llegar a esta
fase, posiblemente presentó signos de depresión leve que no fueron reconocidos
como tales: incapacidad para concentrarse, insomnio, falta de apetito,
estreñimiento, amenorrea, impotencia o desinterés sexual. Es posible que se
presentara descuidado y sin afeitar. Tal vez expresara ideas de desesperación,
indiferencia. desamparo o incluso insinuara la posibilidad de suicidarse. La
mayoría de esos pensamientos guardan relación con la pérdida de su autoestima.
También puede haberse observado un cierto deterioro de su actividad motora,
como por ejemplo habla y movimientos lentos. Cuando la depresión se reconoce
como tal, el profesional puede sentirse inclinado a actuar, pero a veces duda
por temor a que esto empeore la situación. Es difícil que pueda causar un
ulterior deterioro, ya que es muy probable que los motivos de la depresión
estén profundamente enraizados y no se relacionen con tales actividades. Por
otra parte. mostrar interés, dedicar tiempo al paciente y escucharle son
acciones terapéuticas en sí mismas. Es importante que el profesional deje
decidir al paciente en qué medida y cuándo desea comentar cualquier material
con carga emocional.
En determinadas circunstancias. la depresión
constituye una reacción normal. El individuo que ha perdido a un ser querido,
que ha sufrido la amputación de una pierna o al que se ha establecido un
diagnóstico de enfermedad incurable tiene el derecho a estar deprimido y
acongojado. Es probable que manifieste aburrimiento, un menor interés por su
entorno y una tendencia a reflexionar sobre su pérdida. No puede esperarse que
permanezca alegre en esas circunstancias. A medida que se vaya adaptando a su
nueva situación vital, se reconciliará consigo mismo y generalmente
desaparecerá la depresión. Los profesionales de la salud pueden ayudar a estas
personas escuchándolas mientras hablan y animándolas a explorar sus sentimientos. Esto les
permitirá liberarse de su apego a la pérdida y les estimulará a buscar nuevas
relaciones.
El paciente que grita, llora, solloza o gimotea está expresando
desamparo. Su pérdida de control hace sentir incómodos a la mayoría de los
miembros del equipo, y sin embargo, el llanto puede ser terapéutico en ciertas
situaciones. Por ejemplo, un profesional que permanece con el paciente y le
dice sosegadamente: «Comprendo lo difícil que es este momento para usted; a
veces llorar resulta útil en tales circunstancias», está haciéndole saber que
llorar es aceptable y que no está solo en su dolor. Una vez que el paciente sea
capaz de controlar las lágrimas, debería animale a expresar lo que siente
sobre los problemas específicos que le llevaron al llanto. No es infrecuente
descubrir que factores tales como un fracaso en el trabajo, la soledad,
preocupaciones relativas al aspecto físico o una sensación de pérdida de
masculinidad o feminidad son los que han desencadenado la reacción emocional.
Comprender la visión que tiene el paciente de las circunstancias acrecienta la
capacidad del profesional para ayudarle a recuperar una actitud positiva y enfocar su vida de una manera realista y razonablemente esperanzada.
La depresión que no se
basa en una realidad externa, que se vuelve crónica requiere una actuación a mayor escala. Por ejemplo, cabría esperar que un
paciente al que se le acaba extirpar un tumor benigno se sintiera aliviado y
feliz al saber que no es necesario ningún otro tratamiento. El profesional de
la salud tendrá motivos de preocupación si el enfermo rechaza este diagnóstico,
sigue convencido de que todo el mundo miente y cree que va a morir. En este
momento, los esfuerzos del profesional deberían encaminarse a ayudar al
paciente a hablar sobre su infelicidad. Es posible que, a medida que hablen,
vayan descubriendo la situación que subyace a la actitud insatisfecha del
enfermo. El problema tal vez radique en
algo que el paciente encuentra demasiado difícil de afrontar. En tal caso,
pueden estimularse pensamientos más realistas. Al mismo tiempo, el profesional
debe intentar que el enfermo acepte su estado actual repitiendo los hechos
positivos que concurren en su situación; es decir, que la sangre trabaja
normalmente, el informe patológico ha resultado normal y la recuperación
progresa de modo satisfactorio.
La depresión importante requiere un apoyo continuo al paciente
por parte de todos los miembros del equipo. El enfermo con una depresión grave
apenas tendrá deseos o energías para actuar. Generalmente no querrá hablar ni
participar en terapia alguna porque creerá que no sabrá comportarse y temerá
mostrar sus debilidades.
De esta forma se acrecientan sus sentimientos de incongruencia o
inutilidad. Por lo tanto; el profesional ha de asumir la iniciativa de
introducir al enfermo en las conversaciones o actividades. Sin embargo, no debe
esperar que éste se muestre complacido o agradecido por ese cambio en su modelo
de conducta. Es posible que el paciente llegue a encolerizarse por la
actuación: En realidad. esto es un signo de mejoría, pues la depresión
constituye en gran parte el resultado de la ira enfocada contra uno mismo e
interiorizada. El enfado con otra persona ayuda a exteriorizar ese sentimiento
y hace que sea menos destructivo para el paciente.
Los pacientes deprimidos suelen necesitar una gran cantidad de
cuidados, aceptación y atención. Nunca parece suficiente lo que se hace. Su
nivel de sensibilidad es tan elevado que un comentario del tipo: «Ahora mismo
no puedo ir a la tienda de regalos por usted, pero iré más tarde cuando me
quede un poco de tiempo, puede ser interpretado como un rechazo. Las
necesidades del enfermo nunca pueden satisfacerse por completo, lo que le
induce a sentirse en todo momento defraudado, frustrado y despreciado.
A menudo el comportamiento de la persona deprimida es muy
infantil. Los familiares, amigos y profesionales pueden llegar a agotarse, e
incluso enojarse, al ver que sus esfuerzos por mejorar la situación fracasan
una y otra vez. No es infrecuente que las personas implicadas en el cuidado del
enfermo renuncien a su empeño diciendo: «Me rindo. Haga lo que haga. nunca es
bastante. Esto aumentará los sentimientos de rechazo e inutilidad del paciente.
Al principio, el enfermo deprimido recibe normalmente una
cantidad adicional de simpatía, atención y comprensión. Sin embargo, el precio que
hay que pagar por este logro secundario es el agotamiento, considerando todos
los extremos a los que a menudo recurre el paciente, abuso de drogas o alcohol,
amenaza o intento de suicidio o auto-negación de cualquier momento de placer.
Puede llegar incluso a la necesidad de ser el centro de atención. En un caso,
un adulto joven se tomó una sobredosis de fármacos porque se sintió eclipsado
por su hermana en una cena familiar.
Todos los pacientes deprimidos tienen sentimientos de futilidad.
Lo expresen o no, es muy probable que en algún momento rayan tenido deseos de
matarse.
Con frecuencia los profesionales de la salud identifican tales
sentimientos en el curso de una conversación, quizá después de que hayan
percibido que el enfermo parece especialmente turbado y hayan sacado el tema a
colación: «Me gustaría estar muerta., «Si tuviera un frasco de pastillas. me
las tomaría., «Mi familia puede aprovechar el seguro de vida., «¡Yo le
enseñaré!. «¡Me las pagará!, son frases habituales del paciente deprimido.
Tales afirmaciones deberían tomarse muy en serio. Es necesario que el
profesional de la salud se encare con el enfermo y le pregunte qué plan o
método utilizaría para llevar a la práctica su amenaza. Pensar «Oh, sólo lo
dice; nunca lo hará realmente, es un espejismo peligroso. Es la excusa que uno
se da a sí mismo cuando es incapaz de concebir la idea de un suicidio
consumado, llevado a cabo por uno de los pacientes.
En un caso, un enfermo le dijo a un profesional de la salud que
le gustaría «acabar con todo esto». El atareado profesional no hizo caso a la insinuación, y esa misma tarde el paciente
tomó una sobredosis de pastillas que había mantenido ocultas desde el ingreso.
En otra situación, un profesional diligente observó que una enferma con depresión
establecida caminaba con un paso peculiar al salir del comedor. La siguió hasta
su habitación y le preguntó si algo iba mal. Al hablar, el profesional mostró
un interés genuino por la paciente. Como resultado, ésta le dio un cuchillo que
había escondido. En un tercer caso, un paciente le dijo a un miembro del equipo
que estaba pensando suicidarse cuando volviera a casa. Tras ser dado de alta,
así lo hizo.
El paciente que está inquieto, agitado o camina continuamente de
un lado a otro muestra síntomas indicativos de que necesita una actuación
inmediata. A menudo pedirá ayuda diciendo: «Parece como si fuera a salirme de
la piel» o «Me siento como si fuera a explotar». Debería someterle a una
estrecha observación con el fin de prevenir cualquier acción auto-destructiva.
Por lo general. está indicada la administración de algún fármaco para reducir
la agitación.
El enfermo que piensa en
el suicidio está desesperado. Su pensamiento y su juicio están alterados a
causa del estado emocional depresivo. Por consiguiente. deberían tomarse todas
las precauciones posibles para protegerle de su incapacidad para controlarse.
No hace falta subrayar la necesidad de advertir al médico y al equipo del
siguiente turno sobre las ideas y afirmaciones del paciente.
¿Cómo enfocar la relación
con el paciente deprimido?
Inicie el acercamiento.
«No parece muy feliz
hoy. Quizá le sirviera de ayuda hablar sobre lo que le preocupa.» Esté atento
al potencial de auto-aniquilación del paciente que muestre escaso interés por sí
mismo o haga afirmaciones relativas al suicidio.
Ayude al paciente a
tolerar su enfermedad hasta que pueda ver la situación y pensar en ella de forma distinta.
Cuando un enfermo habla sobre el suicidio, el profesional de la
salud debe recalcar su interés por él, al tiempo que le hace saber que el
equipo puede encargarse de sus necesidades y protegerle hasta que se sienta
recuperado. Es adecuado decirle: «Me da la sensación de que se siente
desdichado. Las personas tienen a menudo estos sentimientos cuando están
enfermas y necesitan ser protegidas temporalmente de sí mismas. El equipo y yo
mismo no dejaremos que se lesione, sino que le protegeremos hasta que se
recupere.» Proceda a tomar todas las precauciones que considere necesarias.
Dígale al paciente que reconoce y entiende sus sentimientos.
Dígale que ha conocido a otras personas que ocasionalmente se
han sentido de
la
misma forma. Puede ser oportuna una frase como: “Cuando surge una situación de
este tipo. la gente tiende a sentirse desamparada antes de poder reflexionar
sobre ella exhaustivamente.»
Haga saber al paciente que para usted
es una persona respetable.
Subraye
su participación en actividades. «Indudablemente nos está ayudando al rellenar
esas tarjetas.» Sin embargo, no exagere las adulaciones, pues un exceso de
elogios a menudo refuerza su sensación de que usted se está compadeciendo,
porque él es una persona despreciable. Demuestre al paciente que se preocupa
por él.
Permanezca con el enfermo. admita sus
silencios y tolere sus lágrimas. No presente una actitud crítica. Acepte su
situación.
Procure que el paciente deprimido no
tome decisiones importantes.
Quizá
esté pensando en vender su casa. hacer un nuevo testamento. comprar o vender
un stock o divorciarse. Consiga que retrase tales acciones.
Preste atención a la higiene diaria
del paciente.
Ofrézcale asistencia y dirección cuando sea necesario. No
permita que llegue a tener un aspecto descuidado porque carece de la energía
necesaria para peinarse. afeitarse o cambiarse de ropa.
Mantenga la calma y el control con el
paciente que adopte una actitud de dejadez.
Sea consciente de sus propias frustraciones y esfuércese por no
ignorarle o rechazarle. ya que lo único que conseguiría con ello es aumentar su
sensación de ser despreciable.
A medida que mejore,
ayude al paciente a reorganizar sus capacidades y aptitudes de una forma
realista y esperanzada.
Dele esperanza indicándole su convencimiento de que pueden
hacerse cambios y encontrar soluciones alternativas para sus problemas.
Planifique las actividades de acuerdo
con el grado de depresión del paciente y el lugar en el que está siendo
tratado.
Si resulta factible. la participación activa en deportes
constituye una forma útil de descargar la agresividad. Las tareas para el
enfermo deberían ser simples y no precisar concentración; por ejemplo:
1. En
casa: encerar los muebles, doblar la ropa, limpiar las verduras.
2. En el
hospital general: elaborar nuevos registros, copiar noticias para el equipo de
enfermería, regar las plantas.
3. En la institución psiquiátrica: terapia
recreativa (trabajos manuales. baile. pintura. poesía). terapia ocupacional
(carpintería. lijado de muebles. mecanografía). clases de arte o poesía. Las
sesiones de terapia individual o en grupo también constituyen un factor
terapéutico importante.
Deje al paciente mucho
tiempo para reaccionar y responder a la relación que usted intenta establecer.
(Doc. extraído de red profesional de la salud)
(Doc. extraído de red profesional de la salud)
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